«Lo cotidiano, lo más simple, es emocionante», dice Juan Farias, y sus palabras se pegan a las páginas de esta historia, contada por Antonio Ventura con estilo pausado, que invita a contemplar, a perderse en un paisaje humano en el que el autor maneja la brújula y proporciona las coordenadas, con el norte en personas, objetos, lugares que rodean al protagonista, punteado y definido a través de sus actos y aspiraciones. El tiempo, que se insinúa como presencia constante y familiar, es el pentagrama, la partitura nostálgica donde se leen los ingredientes: hechos, sueños e ilusiones. Pablo vive en un entorno rural, y todo lo que desea es ver el mar que cada noche escucha en la caracola que le ha regalado su abuelo, y aprender a leer, como Julia, su vecina, con quien asegura que se casará. El mar, el oleaje de las palabras, se puede degustar en las ilustraciones de Pablo Auladell, que se amoldan al ritmo de la narración, que no es sino el universo de la cotidianidad, de los días separados por noches de sueños, los que Pablo llena con proyecciones que pueblan su propio cielo nocturno. Estas criaturas se cuelan por la ventana abierta y llenan los huecos de nuestra infancia, ese periodo huidizo en que todo, absolutamente todo, nos tiende la mano a la espera de ser descubierto. He aquí un libro sobre nuestros deseos más secretos: un auténtico sueño encuadernado.
Arianna Squilloni